A los amigos y amigas que me han escrito, por lo que he sabido de sus variadas posiciones de inquietudes o certezas respecto a la búsqueda espiritual. A los anónimos que anden buscado y puedan resonar con estas palabras.

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Quizás has sabido acerca de la realización. Supiste, porque te lo dijeron o porque lo leíste, que están los llamados realizados, los sabios y santos, y que ellos vivieron o viven en un estado de perfección tal que el sufrimiento ya no los toca, que la felicidad sale por todos sus poros, que la comprensión es inmensa, que la compasión los rebalsa. Entonces haces una proyección acerca de lo que debe ser ese estado ideal: lo que se debe sentir, lo que seguramente se tiene que experimentar – un flotar, una luz, una ligereza, o belleza, o perfección – y que seguramente todos los actos de ese realizado son algo maravilloso, perfecto, sagrado. Junto a ello supiste que eso es algo alcanzable, algo que se puede lograr. Por otro lado has pasado la vida escuchando que en este mundo tienes que ser alguien, que hay que destacar, sobresalir, ser mejor y perfeccionarte. Entonces esta propuesta suena intensamente atractiva, porque en lo que es la vida mundana no has encontrado satisfacción o logros suficientes, no has sentido sino que la felicidad es algo efímero, que el sufrimiento predomina y siempre está presente un sentimiento arraigado de ansiedad por más éxitos que se hayan vivido. De manera que la búsqueda se abre como una posibilidad de excelencia a cierto plazo. Quieres el resultado ahora, pero algo te dice que tienes que esperar. Por tanto, te abocas a hacer cuanta práctica y lectura aparecen como opción.

Ok, entiendo que eso sucede. A mí me sucedió y en mi libro No Recuerdo Haber Nacido narro la historia de esa búsqueda.

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